lunes, 9 de noviembre de 2009

Hace 20 años

Hace 20 años yo tenia 18, comenzaba mi mayoría de edad, mi “adultez”, en un mundo “libre”, ya no existían los bloques perfectamente definidos de “buenos y malos” que hasta ese momento habían marcado los valores sociales, políticos y económicos del mundo en el que había crecido, un mundo que se desarrollaba a la sombra del capitalismo yanqui cobijado por su paternalismo “democrático”. El mundo hasta ese entonces era como una peli de esas a las que nos acostumbro durante décadas Hollywood: Los buenos eran los de las barras y las estrellas y los malos los de la hoz y el martillo. El lenguaje visual de aquellas películas era muy elocuente, los escenarios en los que se desarrollaban las escenas “americanas” siempre llenas de color y brillo contrastaban radicalmente con los claro-obscuros de las escenas “soviéticas”, casi expresionistas, luz fría, paisajes nevados, planos con composiciones simples que nos invitaban a la soledad de una sociedad supuestamente oprimida por una oligarquía militar que, siempre según el discurso estadounidense, el único interés que le motivaba era la ambición desmedida y la maldad en estado puro, vamos, que eran la personificación misma del demonio.

Unos años antes, Mijaíl Gorbachov había comenzado la reforma económica de la Unión Soviética conocida como Perestroika, asistíamos entonces al principio del fin de lo que, aun muchos, considerábamos la alternativa viable al neocolonialismo. Ese hundimiento de los ideales socialistas se vio materializado con la caída del Muro de Berlín. Cuando los mazazos resquebrajaban los bloques de granito, piedra y ladrillo, cuando los alicates cortaban las varillas y los alambres, no pude evitar sentir un poco de nostalgia. No era una nostalgia hacia el régimen soviético (traspolado al régimen comunista de la RDA), al fin de cuentas el muro no fue impuesto únicamente por el bloque comunista, los aliados fueron los principales promotores de su construcción, al fin de cuentas el Stalinismo no dejaba de ser un régimen totalitario que se alejaba del origen del comunismo, internacionalista por definición y en continua evolución (como plateaba Trosky). La URSS había optado por el estado de excepción permanente, quizás motivado por las dos guerras que asolaron el orbe en la primera mitad de siglo y las dos o tres que provoco Estados Unidos en la segunda mitad. O quizás fue la interpretación de Stalin y sus ideólogos al concepto de “dictadura del proletariado”.

La nostalgia que experimentaba mas bien se centraba en pertenecer a la ultima generación con ideales sociales, que sustentaba esos ideales en conceptos como la lucha de clases, la solidaridad, la conciencia de clase, el reparto justo de la riqueza o el estado de bienestar, conceptos todos socialistas, conceptos que nos hacían pensar en el bien común por encima del bien individual. Esos conceptos que servían de motor para nuestras ideas y, a su vez, de motor para nuestras acciones, se derrumbaban como se derrumbaba aquel muro que dividió familias, pero también dividió al mundo en dos; ese muro que se convirtió durante décadas en la columna vertebral del argumento principal de la gran película montada por los Estadounidenses, la película sobre el bien y el mal.

¿Era necesario el derrumbamiento del muro? ¿Era necesaria la transformación económica del bloque socialista? Probablemente fue una consecuencia lógica del desgaste del sistema comunista soviético, pero de ninguna manera debía suponer el fin de la revolución socialista, y no lo supuso pese a los esfuerzos de los Estados Unidos y sus aliados en desmontarla.

Con el tiempo, la alternativa al comunismo fue la social-democracia, un socialismo edulcorado que, si bien en sus inicios consiguió encaminar lo que quedaba de la revolución socialista hacia nuevas formas de lucha, adaptadas a tiempos mas democráticos, termino virando poco a poco hacia la derecha, con políticas económicas liberales que nada tienen que ver con los planteamientos originales de Marx, Engels, Lenin o Trosky.

Hoy vivimos en un mundo regido por los intereses económicos de las grandes multinacionales solapadas por gobiernos imperialistas que crean crisis económicas para reorganizar sus feudos a costa del “estado de bienestar” de sus ciudadanos, ese famoso y tan mentado “estado de bienestar” surgido a partir de las teorías social-demócratas e instaurado en una Europa que tiene una larga tradición reivindicativa de clase, pero que, a su vez, se ha sumido en una posición cómoda e individualista donde resulta muy difícil comprometer a la masa en una verdadera revolución que busque única y exclusivamente el bien común, pues la masa se ha dejado camelar por las aspiraciones que ofrece establishment capitalista. Por otro lado, dos terceras partes del planeta viven sumergidas en una pobreza extrema, pobreza que conlleva analfabetismo, sanidad nula, fanatismo religioso, en fin, que dista mucho del estado de bienestar europeo. Esa amplia población podría ser el perfecto caldo de cultivo para continuar con la revolución socialista, pero nos encontramos con elementos de control que ejercen sobre ellos las potencias económicas mundiales: Guerras, guerrillas, narcotráfico, explotación, dictaduras (de derechas y de izquierdas); con este panorama, es muy complicado, que no imposible, organizar a los pueblos en la lucha, sin embargo hoy día se hace, para bien y para mal, hoy día encontramos una América Latina mas o menos organizada en una Izquierda, variopinta si, pero definida y sobre todo unida, aunque insuficiente en sus esfuerzos y, en ocasiones, en sus intenciones. La población a la que pretenden liderar y representar esta demasiado ocupada en sobrevivir.

La revolución socialista debe abrir otro frente en Europa, un frente real, con una Izquierda verdaderamente unida que aparque sus diferencias y se encuentre en sus semejanzas procurando la concienciación de clase en la población trabajadora y posteriormente organizándola, liderándola hacia la autentica revolución socialista. Pero para conseguirlo hay que derribar muros mucho más cimentados que el muro de Berlín, me refiero a los muros del capitalismo, esos muros que, aun que invisibles, al día de hoy resultan infranqueables para una clase trabajadora aspiracional, una juventud desengañada y una clase política abusiva y ambiciosa.

jueves, 5 de noviembre de 2009

¿Libertad? ¿Igualdad? ¿Fraternidad?

El último bastión socializado y democrático que teníamos los ciudadanos europeos ha sucumbido ante la carga neofascista de la Eurocámara, ya que el Parlamento Europeo a decidido aceptar que los estados que conforman la Unión Europea puedan aplicar cortes del servicio de Internet sin previa orden judicial a los usuarios que descarguen contenidos protegidos con derechos de autor.

Es verdaderamente escandaloso que los ciudadanos no hagamos nada y nos quedemos viendo como se pisotean nuestros derechos fundamentales.

En España primero fue la vergonzosa y anticonstitucional medida del Canon Digital impuesto por el gobierno a petición de la SGAE, dicho Canon que se aplica a todo aquel producto que sirva o pueda servir para copiar, reproducir o difundir obras protegidas por los derechos de autor; partir de ese momento (cuando se aprobó el año pasado) si compramos unos folios en blanco tenemos que pagar el Canon, si compramos unos CD’s gravables tenemos que pagar el canon, si compramos unos DVD gravables tenemos que pagar el Canon, si compramos un reproductor de MP3 también pagamos el Canon y así un largo y largísimo etcétera que incluye ordenadores, cámaras, móviles, servicios de ADSL…

En resumen que con el famoso Canon Digital nos tratan como presuntos criminales ya que todos esos “soportes” también pueden ser usados (y se usan en la mayoría de los casos) para guardar obras propias, archivos de trabajo, fotos personales y otro largo largísimo etcétera de usos única y exclusivamente privados. Con esto se fue al garete un derecho fundamental que es la presunción de inocencia.

Ahora, con esta posibilidad que abre el Parlamento Europeo, el Gobierno Español puede, si le da su Real gana, seguir los pasos del Gobierno Francés donde ya, de facto, se ha aprobado “castigar” a los usuarios de Internet cortándoles el servicio si se bajan música a través de portales P2P, que son portales de intercambio de archivo que no persiguen fin de lucro por su actividad principal y solo viven (eso si viven bien, no nos vamos a engañar) de la publicidad.

La ley española no condena el que yo compre un disco de mi grupo o artista favorito y se lo preste a un colega para que haga una copia y también lo tenga, mientras esa copia no persiga fin de lucro ni exhibición publica, lo mismo pasa con las películas en video, los libros, etc. Pero la cosa podría cambiar si esto lo hacemos a través de Internet, el medio, hasta hoy, mas libre que existía, pero esa libertad la están pisoteando aquellos que dirigen con la mano derecha los destinos de Europa, ante la mirada adormecida de los ciudadanos quienes, con el miedo metido en el cuerpo y la ignorancia en la cabeza, nos conformamos a ejecutar las ordenes de nuestros amos cual siervos medievales o esclavos romanos.

Asco me da el opresor, pero mas asco aún me da aquel que se deja oprimir.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Creer o no creer, un derecho fundamental

Leo hoy en el diario Público que el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo emitió ayer una sentencia que sienta precedente en todos los países europeos que firmaron la Convención de Derechos Humanos (España incluida, ¡toma ya!) en relación al caso expuesto por una ciudadana de Italia, país en el que si que será vinculante su jurisprudencia. La sentencia dictamina que "la exposición obligatoria de un símbolo de una confesión concreta en el ejercicio de la función pública en particular, en las salas de clase, restringe el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones, así como el derecho de los niños a creer o no creer"; recordemos que en Italia la exposición de crucifijos en las aulas públicas, hasta hoy, era obligatoria, a pesar de que, como en España, su constitución define al estado como aconfesional, es decir laico. " En resumen: Que a partir de la de ya, todos los crucifijos fuera de las aulas públicas italianas.


Por su parte, el gobierno español declaró que tomara en cuenta la sentencia de Estrasburgo en la confección de la nueva Ley de Libertad Religiosa que comenzará a tramitarse a principios del 2010.


Y ¿cómo no?, los chicos de Don Joseph Ratzinger ya hicieron su rabieta declarando cosas como "Esta Europa del tercer milenio nos deja sólo las calabazas de las fiestas recientemente repetidas antes del uno de noviembre y nos quita los símbolos más queridos" o "Ahora tenemos que intentar con todas las fuerzas conservar los símbolos de nuestra fe para quien cree y para quien no cree".


Estas súper elaboradas e inteligentísimas declaraciones son casi esperadas ya que sabemos perfectamente lo rancios y retrogradas son los que hoy por hoy guían los destinos de la Iglesia Católica, así les va últimamente; lo que si es inquietante es que, en pleno siglo XXI, en la Europa unida, aun nos estemos cuestionando la legalidad o la constitucionalidad de quitar una cruz de un aula pública, que dicho sea de paso, se paga con los impuestos de TODOS los ciudadanos, católicos, musulmanes, judíos o ateos. El Estado, según la Constitución Española, tiene la obligación de garantizar “el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones” (Art. 27.3) ya que la educación, según esa misma Constitución que tantos y tantos citan y dicen defender, “tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales.” (Art.27.2); y uno de esas libertades fundamentales es la Libertad Religiosa, es decir, creer en lo que me de la gana o simplemente no creer.