viernes, 29 de junio de 2018

Elecciones presidenciales en México: Promiscuidad política

En agosto cumpliré 14 años viviendo en Barcelona, cuando salí de de mí país de nacimiento gobernaba la derecha conservadora en la persona de Vicente Fox y bajo las siglas del PAN (Partido de Acción Nacional) una suerte de PP mexicano; cuatro años atrás Fox conseguía arrebatarle al PRI (Partido Revolucionario Institucional) sus más de 70 años de hegemonía política en México. Si bien en ese cambio de milenio se consiguió pasar del autoritarismo casi dictatorial del PRI a una democracia, discreta, pero democracia al fin; el viraje hacia la derecha y no hacia la izquierda tuvo consecuencias nefastas para la sociedad mexicana, pues se continuo con las políticas económicas neoliberales heredadas del Salinismo y el Zedillismo, comprometiendo seriamente la soberanía del país con privatizaciones de sectores sumamente sensibles y claves en la economía, como el energético, y fomentando la inversión extranjera “sin restricciones” gracias a la complicidad del “sindicalismo institucional” que no tuvo empacho en tejer nuevos lazos con los conservadores, en México abaratar la mano de obra y reducir los derechos sociales de la clase trabajadora nunca ha sido un problema para el gobierno en turno.

Si el sexenio de Fox está marcado por el desastre económico, el sexenio del también panista Felipe Calderón lo está por ser la época más violenta del país (violencia que no ha mermado durante el mandato del retornado PRI): Alrededor de 90 asesinatos al día, más de 1200 secuestros al año, cerca de 700000 denuncias por robo al año y casi 6000 extorsiones anuales.

Creo que desde que vivo en Barcelona, no he escrito nada, o casi nada, sobre México ni su política; en gran medida porque bastante tenemos con lo que hay de éste lado del  charco el cual finalmente es mi entorno más inmediato y el que me afecta directamente. Pero en estos días México está experimentando una carrera hacia las presidenciales de lo más peculiar, creo firmemente que se está escribiendo, en la política de mi país de origen, un nuevo capítulo, sin precedentes desde aquel verano del 2000.

Durante estos últimos meses he estado siguiendo, sobretodo en redes sociales y por medios web en general, la campaña que nos llevará a las elecciones de éste domingo 1 de julio y me preocupa el nivel tan bajo de los políticos (unos más que otros), de sus asesores de campaña (incluyendo agencias de medios), pero sobre todo, el nivel bajísimo de muchos electores.

Lo que he visto me parece lamentable, y no hablo de los bodrios de videoclips propagandísticos en esta suerte de guerra musical que libran desde hace meses unos y otros candidatos, al fin y al cabo, desde el “movimiento naranja” hasta la “niña bien” o el “chavo Chaka” no dejan de ser anécdotas, dentro de la carrera electoral, donde lo realmente importante debería ser el programa de gobierno que cada candidato proponga y el lugar desde donde lo hace dentro del espectro político; ese espectro político, que, en el mundo (y México no es la excepción) muchos se han empeñado falazmente en negar: Derecha e Izquierda.

Aquí es donde me encuentro la primera abominación, esta especie de promiscuidad política donde vemos alianzas imposibles ideológicamente hablando:

De los tres candidatos más relevantes, y entre quienes se está disputando la presidencia del país, comencemos por el más joven, el panista Ricardo Anaya, este neoliberal se alía con el PRD (Partido de la Revolución Democrática) formación política socialdemócrata que en su fundación fue el resultado de la escisión de una parte del PRI, hacia finales de los 80’s, que no estaban a favor del tremendo viraje que el partido estaba dando hacia la derecha con las políticas y filosofía neoliberales propuestas e impuestas por Carlos Salinas de Gortari y sus seguidores. El PRD fue fundado en aquel entonces por priistas históricos como Cuauhtémoc Cárdenas (hijo del General Lázaro Cárdenas quien durante su gobierno acogió y dio asilo a miles de refugiados republicanos en México) ó Porfirio Muñoz Ledo, pero quizás uno de los más destacados por su protagonismo actual sea Andrés Manuel López Obrador, el líder de MORENA (Movimiento para la regeneración nacional) y el candidato que encabeza las encuestas para ser presidente de México en estas elecciones.

Volviendo al PAN y a su candidato Ricardo Anaya, no solo teje una alianza contra-natura con el PRD sino que además incluye en la misma a un partido de reciente creación que recuerda demasiado al partido Ciudadanos de Albert Rivera en España, el Movimiento Ciudadano; y no sólo por color institucional de ambos (naranja) o su nombre, esas similitudes van más allá: Desde haber nacido como una plataforma civil para que en poco tiempo ambos se transformaran en partidos políticos de ideología, supuestamente, socialdemócrata, pero que en realidad se rigen por principios puramente neoliberales.

En el caso del PRI su candidato, José Antonio Meade, es un tecnócrata con una amplia carrera política en las dos últimas administraciones, un perfecto “hijo del sistema” y el mejor ejemplo de lo que ha gobernado al país en las 3 últimas décadas; lo cual se ve reflejado en su coalición: PRI, partido que, como ya he comentado, a finales de los 80’s gira bruscamente 180 grados para situarse de la socialdemocracia al Neoliberalismo tecnócrata; PVEM (Partido Verde Ecologista de México) formación Neoliberal y de estilo democristiano; y finalmente PANAL (Nueva Alianza) otro de estos nuevos partidos “atrápalo todo” que se dicen de izquierda pero en su ideario fundacional ponderan el liberalismo económico.

Por último tenemos a MORENA y su líder, Andrés Manuel López Obrador. Este es un partido de izquierdas, tendiente hacia la socialdemocracia, como era de esperar tomando en cuenta la trayectoria ideológica de López Obrador, y por eso mismo resulta ridículo pensar en que las acusaciones que se le hacen al candidato de MORENA sobre sus vínculos con Venezuela, China, Rusia, Cuba y hasta Corea del Norte, tengan siquiera un ápice de veracidad: Las propuestas  de esta formación política nada o muy poco tienen que ver con el Marxismo. Sin embargo sí que se alía con el PT (Partido del Trabajo) que si que se le puede considerar socialista y de influencia marxista, más tendiente al internacionalismo libertario que al comunismo ortodoxo. Hasta aquí, la coalición MORENA-PT tiene cierta coherencia, entonces aparece en escena Encuentro Social, otro partido “transversal” que no se define dentro del espectro político, y lo niega al mismo tiempo: No hay izquierdas ni derechas.

Negar el orden político en términos de derecha e izquierda es negar la existencia de la lucha de clases lo que es un triunfo para el capitalismo salvaje. En tanto existan empresarios y trabajadores habrá lucha de clases y en consecuencia la política se ha de concebir en términos de izquierda y derecha.

Pero todos estos razonamientos socio-políticos no se han hecho en la campaña electoral por la presidencia de la segunda economía de Latinoamérica; la campaña electoral se ha centrado en desacreditar a “ya sabes quien”, con rumores, sacando “sus trapitos al sol”, intentando sembrar el miedo en la población imaginando un México gobernado por un clon de Maduro pero con aspiraciones “trumpistas” que abrirá las cárceles para perdonar a toda suerte de criminales que infestarán las ciudades del país mientras los jóvenes se drogan con la “hierba del diablo” ya que este “demonio comunista come niños” despenalizará las drogas.

Estoy convencido que López Obrador, dista bastante de ser un estadista, y algo de megalomanía y populismo se respiran en sus mítines, pero ¿qué político no es un poco populista y megalómano? Lo que está claro es que centrar el debate en si su acento sureño “es de nacos” o si no habla inglés, es alimentar el discurso de aquellos que durante los últimos sexenios han mantenido secuestrado al país a base de hambre y miedo.

He tenido la prudencia de leerme el programa electoral de MORENA, y no veo por ningún lado lo “quimérico” (como lo definía algún periodista en un videoblog) de su proyecto. Me parece de lo más razonable que el segundo punto sea acabar con la corrupción, lo que me parece lamentable y preocupante es que los otro candidatos no lo contemplen, como si la corrupción fuera “normal”, como si no se pudiera acabar con ella. Me parece perfectamente lógico que se apueste por un modelo económico diferente y sostenible, está claro que el modelo neoliberal no ha llevado a buen puerto a la sociedad en un país con más del 46 % de su población en pobreza y extrema pobreza. No veo lo “absurdo” en plantear políticas de igualdad en un país sumamente machista, o en luchar por ser una nación pluricultural en un país donde a los pueblos indígenas se les ha marginado durante 500 años y se les sigue marginando, o en proponer respeto y cumplimiento de los Derechos Humanos en un país donde la tortura es el pan de cada día en las comisarías.

Me preocupa que los programas de los otros dos candidatos (que también tuve la prudencia de leer) centren sus propuestas en políticas económicas y no sociales, y sigan esgrimiendo el discurso neoliberal de a mayor inversión privada mayor bienestar social, cuando durante más de 30 años se ha demostrado que eso es una autentica falacia y que el crecimiento económico de un país no se verá reflejado en el crecimiento económico de su población en tanto no se implementen políticas sociales y mecanismos de control por parte del estado.

En fin, ya veremos el domingo.

miércoles, 20 de junio de 2018

Tregua al Futból


Mi afición, por llamarle de alguna manera, al futbol nunca ha sido destacable; quizás la época en que trabajé en el equipo de prensa y difusión del Pachuca (justo la temporada anterior a la del acenso), sirvió para alfabetizarme futbolísticamente y despertó cierto interés en un deporte que hasta ese momento había pasado por mi vida sin pena ni gloria, salvo (como la mayoría de las personas) durante un mes cada cuatro años.

Algunos años después, viviendo ya en la Ciudad de México, ese interés fue creciendo discretamente debido, más que nada, a mi entorno de amistades, muy futboleros todos y con los cuales compartía cierta simpatía por el equipo Cruz Azul, incluso llegue a ir al estadio con ellos a ver algún partido de Liga.

Nunca me disgustó el futbol, la verdad sea dicha, al menos no en aquellos años, ni cuando me mude de ciudad y vine a vivir a Barcelona donde, nuevamente, mi entorno de amistades, influyó, ahora de forma mucho más contundente, en mi gusto por este deporte y mi predilección por el Barça. Gusto y predilección duraron poco, apenas unas cuantas temporadas, donde pase de festejar eufórico victorias en la Fuente de Canaletas, a cuestionar seriamente el uso y abuso del espectáculo entorno a este deporte para, incluso, distraer la atención de la ciudadanía sobre asuntos sociales y políticos que afectan la economía, las libertades y el estado de bienestar de las personas.

Pero, también hay que decirlo, mi crítica siempre ha sido hacia los medios, hacia los gobiernos y fundamentalmente, hacia la “afición” pues son ellos, y no el deporte en sí mismo, quienes permiten ese uso y abuso. Es indignante, siempre lo diré, que la ciudadanía sea capaz de movilizarse por cientos de miles, para festejar una victoria futbolera, ya sea del Barça, del Cruz Azul, de la Selección de México o la de España, y no tenga la conciencia de clase para movilizarse por sus derechos más fundamentales. Esta posición crítica adoptada por mi ha supuesto un desapego constante hacia el futbol, desapego del cual no me arrepiento y que seguiré ejercitando.
 
Incluso, el Mundial, hasta hace unas pocas semanas, no me había llamado demasiado la atención, llegue a pensar que ni siquiera vería algún partido. Fue entonces cuando en este Mundial comenzaron a ocurrir “cosas extrañas”, incluso desde la clasificación: Italia y Holanda no llegaron a clasificarse, y si lo consigue Perú después de 35 años, y por primera vez en la historia vemos a Islandia jugar en un Mundial.

Llegaron los primeros partidos: España y Portugal empatan al igual que lo hace Argentina con la recién estrenada Islandia, y qué decir del siempre favorito Brasil que también empata con Suiza.

Pero la sorpresa más grata sin duda es la protagonizada por la Selección Mexicana que, no solo le gana a la campeona actual Alemania, si no que lo hace jugando un esplendido partido, a pesar del escándalo de la supuesta “fiestecita” que se montaron los jugadores.

Llevo días pensando (incluso antes del partido de México): En éste mundial puede pasar cualquier cosa, igual vemos buen futbol, no ganan los mismos (o al menos se lo tienen que currar un poco mas) y vale la pena darle una tregua al futbol, aunque no me ponga la camiseta de la Selección, me la probé y parezco tamal mal amarrado.