La Ciudad de México es un lugar que amas y odias al mismo tiempo; es bellísima, cosmopolita, moderna, clásica, artística, divertida, grande… Pero también es peligrosa, estresante, contaminada, a veces indiferente y cruel.
Últimamente mi país esta viviendo la peor oleada de violencia de su historia, es considerado el país mas peligroso del continente americano y el segundo mas peligroso del mundo después de Afganistán. Para vivir en México, hay que aprender a vivir con miedo.
Pero hay otros miedos que también nos acompañan en sociedades bien distintas, sociedades donde no miras por encima del hombro cuando caminas por la calle, donde no procuras compañía e iluminación al regresar a tu casa después de una cena o unas copas aunque sean las 3 de la madrugada, por que sabes lo improbable que resulta ser victima de un atraco. En estas sociedades tampoco corres un riesgo significativo de sufrir un secuestro, una violación, una ejecución o de encontrarte en medio de un ajuste de cuentas y ser alcanzado por una bala que no iba dirigida a ti. Es verdad que se cometen delitos, como en todas las sociedades, pero son tan escasos en comparación que suenan escandalosamente en los medios de comunicación quienes se nutren de ellos como aves carroñeras.
En estas sociedades “avanzadas”, que comparten moneda y que no tienen limites fronterizos entre ellas, los miedos que causan nuestras ansiedades son otros, mas sutiles, mas etéreos, pero no por ello menos dañinos: Miedo a perder el trabajo y con ello la casa al no poder pagar una hipoteca que quintuplica su valor real, miedo al “jefe”, miedo a ejercer nuestros derechos constitucionales para no cabrear al jefe y perder con ello nuestro trabajo y la casa (otra vez), miedo a pagar impuestos y miedo a no pagarlos, miedo a la sanidad pública y miedo a que nos la quiten, miedo a la educación laica y publica y miedo a que los curas eduquen a nuestros hijos y además les paguemos por ello, miedo a los políticos y miedo a quedarnos sin ellos.
¿Y si dejamos de tener miedo? ¿Y si hacemos bien nuestro trabajo y exigimos al “jefe” que haga bien el suyo? ¿Y si hacemos valer nuestros derechos constitucionales y nos organizamos colectivamente? ¿Y si exigimos que las leyes que la mayoría consideramos injustas sean cambiadas?, insisto ¿y si dejamos de tener miedo?
2 comentarios:
Vivir sin miedo es una de las cosas que podemos hacer que son gratis y sin embargo cuestan demasiado.
El miedo es el causante invisible de todas las guerras y las miserias más atroces y hace que salga lo peor de los hombres.
Me gustaría que entre las prioridades de los gobiernos estuviera la de eliminar el miedo de gente.
Como tú sueño con un mundo así. ☺
Y en México tenemos ambos tipos de miedo...los primeros que son más recientes...pero también compartimos los de los países "avanzados". En fin, como diría Cristina Pacheco, aquí nos tocó vivir.
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