En agosto cumpliré 14 años
viviendo en Barcelona, cuando salí de de mí país de nacimiento gobernaba la
derecha conservadora en la persona de Vicente Fox y bajo las siglas del PAN
(Partido de Acción Nacional) una suerte de PP mexicano; cuatro años atrás Fox
conseguía arrebatarle al PRI (Partido Revolucionario Institucional) sus más de
70 años de hegemonía política en México. Si bien en ese cambio de milenio se
consiguió pasar del autoritarismo casi dictatorial del PRI a una democracia, discreta,
pero democracia al fin; el viraje hacia la derecha y no hacia la izquierda tuvo
consecuencias nefastas para la sociedad mexicana, pues se continuo con las
políticas económicas neoliberales heredadas del Salinismo y el Zedillismo,
comprometiendo seriamente la soberanía del país con privatizaciones de sectores
sumamente sensibles y claves en la economía, como el energético, y fomentando
la inversión extranjera “sin restricciones” gracias a la complicidad del
“sindicalismo institucional” que no tuvo empacho en tejer nuevos lazos con los
conservadores, en México abaratar la mano de obra y reducir los derechos
sociales de la clase trabajadora nunca ha sido un problema para el gobierno en
turno.
Si el sexenio de Fox está marcado
por el desastre económico, el sexenio del también panista Felipe Calderón lo
está por ser la época más violenta del país (violencia que no ha mermado
durante el mandato del retornado PRI): Alrededor de 90 asesinatos al día, más
de 1200 secuestros al año, cerca de 700000 denuncias por robo al año y casi
6000 extorsiones anuales.
Creo que desde que vivo en
Barcelona, no he escrito nada, o casi nada, sobre México ni su política; en
gran medida porque bastante tenemos con lo que hay de éste lado del charco el cual finalmente es mi entorno más
inmediato y el que me afecta directamente. Pero en estos días México está
experimentando una carrera hacia las presidenciales de lo más peculiar, creo
firmemente que se está escribiendo, en la política de mi país de origen, un
nuevo capítulo, sin precedentes desde aquel verano del 2000.
Durante estos últimos meses he
estado siguiendo, sobretodo en redes sociales y por medios web en general, la
campaña que nos llevará a las elecciones de éste domingo 1 de julio y me
preocupa el nivel tan bajo de los políticos (unos más que otros), de sus
asesores de campaña (incluyendo agencias de medios), pero sobre todo, el nivel
bajísimo de muchos electores.
Lo que he visto me parece
lamentable, y no hablo de los bodrios de videoclips propagandísticos en esta
suerte de guerra musical que libran desde hace meses unos y otros candidatos,
al fin y al cabo, desde el “movimiento naranja” hasta la “niña bien” o el
“chavo Chaka” no dejan de ser anécdotas, dentro de la carrera electoral, donde
lo realmente importante debería ser el programa de gobierno que cada candidato
proponga y el lugar desde donde lo hace dentro del espectro político; ese
espectro político, que, en el mundo (y México no es la excepción) muchos se han
empeñado falazmente en negar: Derecha e Izquierda.
Aquí es donde me encuentro la
primera abominación, esta especie de promiscuidad política donde vemos alianzas
imposibles ideológicamente hablando:
De los tres candidatos más
relevantes, y entre quienes se está disputando la presidencia del país,
comencemos por el más joven, el panista Ricardo Anaya, este neoliberal se alía
con el PRD (Partido de la Revolución Democrática) formación política
socialdemócrata que en su fundación fue el resultado de la escisión de una
parte del PRI, hacia finales de los 80’s, que no estaban a favor del tremendo
viraje que el partido estaba dando hacia la derecha con las políticas y
filosofía neoliberales propuestas e impuestas por Carlos Salinas de Gortari y
sus seguidores. El PRD fue fundado en aquel entonces por priistas históricos
como Cuauhtémoc Cárdenas (hijo del General Lázaro Cárdenas quien durante su
gobierno acogió y dio asilo a miles de refugiados republicanos en México) ó
Porfirio Muñoz Ledo, pero quizás uno de los más destacados por su protagonismo
actual sea Andrés Manuel López Obrador, el líder de MORENA (Movimiento para la
regeneración nacional) y el candidato que encabeza las encuestas para ser
presidente de México en estas elecciones.
Volviendo al PAN y a su candidato
Ricardo Anaya, no solo teje una alianza contra-natura con el PRD sino que
además incluye en la misma a un partido de reciente creación que recuerda
demasiado al partido Ciudadanos de Albert Rivera en España, el Movimiento Ciudadano;
y no sólo por color institucional de ambos (naranja) o su nombre, esas
similitudes van más allá: Desde haber nacido como una plataforma civil para que
en poco tiempo ambos se transformaran en partidos políticos de ideología,
supuestamente, socialdemócrata, pero que en realidad se rigen por principios
puramente neoliberales.
En el caso del PRI su candidato, José Antonio Meade, es un tecnócrata con una amplia carrera política en las dos últimas
administraciones, un perfecto “hijo del sistema” y el mejor ejemplo de lo que
ha gobernado al país en las 3 últimas décadas; lo cual se ve reflejado en su coalición:
PRI, partido que, como ya he comentado, a finales de los 80’s gira bruscamente
180 grados para situarse de la socialdemocracia al Neoliberalismo tecnócrata;
PVEM (Partido Verde Ecologista de México) formación Neoliberal y de estilo
democristiano; y finalmente PANAL (Nueva Alianza) otro de estos nuevos partidos
“atrápalo todo” que se dicen de izquierda pero en su ideario fundacional
ponderan el liberalismo económico.
Por último tenemos a MORENA y su
líder, Andrés Manuel López Obrador. Este es un partido de izquierdas, tendiente
hacia la socialdemocracia, como era de esperar tomando en cuenta la
trayectoria ideológica de López Obrador, y por eso mismo resulta ridículo
pensar en que las acusaciones que se le hacen al candidato de MORENA sobre sus
vínculos con Venezuela, China, Rusia, Cuba y hasta Corea del Norte, tengan
siquiera un ápice de veracidad: Las propuestas
de esta formación política nada o muy poco tienen que ver con el
Marxismo. Sin embargo sí que se alía con el PT (Partido del Trabajo) que si que
se le puede considerar socialista y de influencia marxista, más tendiente al
internacionalismo libertario que al comunismo ortodoxo. Hasta aquí, la
coalición MORENA-PT tiene cierta coherencia, entonces aparece en escena Encuentro
Social, otro partido “transversal” que no se define dentro del espectro
político, y lo niega al mismo tiempo: No hay izquierdas ni derechas.
Negar el orden político en
términos de derecha e izquierda es negar la existencia de la lucha de clases lo
que es un triunfo para el capitalismo salvaje. En tanto existan empresarios y
trabajadores habrá lucha de clases y en consecuencia la política se ha de
concebir en términos de izquierda y derecha.
Pero todos estos razonamientos socio-políticos
no se han hecho en la campaña electoral por la presidencia de la segunda
economía de Latinoamérica; la campaña electoral se ha centrado en desacreditar a
“ya sabes quien”, con rumores, sacando “sus trapitos al sol”, intentando
sembrar el miedo en la población imaginando un México gobernado por un clon de
Maduro pero con aspiraciones “trumpistas” que abrirá las cárceles para perdonar
a toda suerte de criminales que infestarán las ciudades del país mientras los
jóvenes se drogan con la “hierba del diablo” ya que este “demonio comunista
come niños” despenalizará las drogas.
Estoy convencido que López
Obrador, dista bastante de ser un estadista, y algo de megalomanía y populismo
se respiran en sus mítines, pero ¿qué político no es un poco populista y megalómano? Lo que está claro es que centrar el debate en si su acento sureño
“es de nacos” o si no habla inglés, es alimentar el discurso de aquellos que
durante los últimos sexenios han mantenido secuestrado al país a base de hambre
y miedo.
He tenido la prudencia de leerme
el programa electoral de MORENA, y no veo por ningún lado lo “quimérico” (como
lo definía algún periodista en un videoblog) de su proyecto. Me parece de lo
más razonable que el segundo punto sea acabar con la corrupción, lo que me parece
lamentable y preocupante es que los otro candidatos no lo contemplen, como si
la corrupción fuera “normal”, como si no se pudiera acabar con ella. Me parece
perfectamente lógico que se apueste por un modelo económico diferente y
sostenible, está claro que el modelo neoliberal no ha llevado a buen puerto a
la sociedad en un país con más del 46 % de su población en pobreza y extrema
pobreza. No veo lo “absurdo” en plantear políticas de igualdad en un país
sumamente machista, o en luchar por ser una nación pluricultural en un país
donde a los pueblos indígenas se les ha marginado durante 500 años y se les
sigue marginando, o en proponer respeto y cumplimiento de los Derechos Humanos
en un país donde la tortura es el pan de cada día en las comisarías.
Me preocupa que los programas de
los otros dos candidatos (que también tuve la prudencia de leer) centren sus
propuestas en políticas económicas y no sociales, y sigan esgrimiendo el
discurso neoliberal de a mayor inversión privada mayor bienestar social, cuando
durante más de 30 años se ha demostrado que eso es una autentica falacia y que
el crecimiento económico de un país no se verá reflejado en el crecimiento
económico de su población en tanto no se implementen políticas sociales y
mecanismos de control por parte del estado.
En fin, ya veremos el domingo.
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