Hace mucho que escucho voces que,
desgarrándose las vestiduras, vociferan que “las huelgas no sirven para nada”, “que
no es forma de salir de la crisis”, “que dañan la imagen del país”, “que los
sindicatos son unos oportunistas y vividores”, “que lo que hay que hacer es
ponerse a trabajar y punto”… En fin, todas esas voces gritan y gritan, pero no
aportan nada, no dan alternativas. Si la huelga no sirve para nada ¿Qué es lo
que se supone debemos hacer?
Las únicas herramientas legales
que tienen los ciudadanos en democracia para demostrar su malestar y ejercer
presión al gobierno, son el derecho a manifestarse y el derecho a la huelga;
todo lo que no pase por ahí es ilegal y susceptible a ser sancionado.
Los hechos son los que son:
Las medidas impuestas por este
gobierno y el anterior para combatir la crisis no han surtido efecto, más aún,
han empeorado la situación social y económica de los ciudadanos.
El actual gobierno ha mentido
durante su campaña electoral ya que está haciendo justo lo contrario a lo que prometió;
ha subido impuestos como el IVA encareciendo el coste de la vida; ha recortado
de manera muy importante el salario de los empleados públicos; ha recortado los
presupuestos de sanidad y de educación trayendo como consecuencia despidos masivos,
saturación de los servicios sanitarios y sobre-población del alumnado en los
colegios; ha duplicado las tasas en las universidades públicas, lo que trae
como consecuencia el abandono de los alumnos que no pueden permitirse pagar
matriculas tan caras, ha congelado las pensiones a los trabajadores jubilados;
ha suprimido las ayudas a la dependencia; ha establecido el co-pago sanitario,
encareciendo el coste de los medicamentos; ha subido el transporte público; ha
reducido el seguro de desempleo en un 20%...
Las medidas impuestas por el
actual gobierno no han reducido el déficit ni han creado empleo, de hecho la
tasa de desempleo ha subido hasta rebasar el 25% (6.000.000 de personas en situación
de desempleo de las cuales más de 2.000.000 no reciben prestación alguna).
El actual gobierno no ha
perseguido el fraude fiscal, es más lo ha incentivado diseñando la llamada “amnistía
fiscal” que consiste en que aquellas sociedades que estén fiscalmente
irregulares paguen solo el 10% de lo adeudado para que el resto sea condonado.
Este gobierno ha diseñado e
impuesto unilateralmente una “reforma laboral” que deslegitima la negociación
colectiva privilegiando acuerdos de empresa aún cuando estos supongan
condiciones inferiores a las establecidas en los convenios colectivos. Esa
misma reforma laboral permite que una empresa aplique un ERE (expediente de
regulación de empleo) o lo que es lo mismo, un despido colectivo, sin tener que
demostrar ante la autoridad nada, con solo suponer que se ganará menos en el
futuro o con haber ganado menos durante 9 meses se puede aplicar sin ni
siquiera esperar a que termine el año
fiscal. Otra “innovación” de esta dichosa reforma laboral es que las
empresas de menos de 50 trabajadores pueden imponer hasta un año de prueba en
los contratos, lo que supone flexibilizar al máximo el despido durante ese año,
en el cual, si hay despido, no procede indemnización alguna; por no hablar de
la reducción en la indemnización en caso de despido improcedente que bajó de 45
días a 33 por año trabajado con un máximo de 12 mensualidades…
Este gobierno ha diseñado un nuevo
código penal que criminaliza la “resistencia pasiva”, la convocatoria de
manifestaciones (si estas se tornan “violentas”) y el ejercicio de la libertad
de prensa (al grabar a policías reprimiendo manifestantes).
El actual gobierno mira para otro
lado cuando desahucian a más de 160 familias diarias.
Estos son solo algunos hechos, no
son puntos de vista, son hechos, están pasando, no los exagero (es más, yo creo
que en algunos me quedo corto). Ante esta situación y ante la terquedad del
gobierno de insistir en medidas que no provocan el efecto deseado, sino lo
contrario, me pregunto ¿Qué es lo que se supone tenemos que hacer? ¿Callar?
¿Aguantar?
En mi discurso, cuando escribo,
suelo ser agresivo, lo reconozco, a veces me paso; pero no pretendo ni deseo un
Estado de Excepción, ni una guerra civil, ni nada por el estilo. Creo que
nadie, en su sano juicio, desea algo así; ni tampoco digo que vaya a pasar, al
menos no por ahora, creo que, afortunadamente, aún estamos lejos de que la
ruptura social provoque semejante caos. Sin embargo, aunque soy optimista, creo
que la sociedad debe despertar, debemos darnos cuenta que las únicas herramientas
legales que tenemos son las que son y debemos hacerlas valer, es nuestra obligación
como ciudadanos.
Las huelgas sirven y de mucho;
sirven para no callarnos; sirven para decirle al gobierno que ya no aguantamos más,
que las cosas tienen que cambiar porque si no, no va haber ciudadanos que
gobernar; sirven para demostrar que somos muchos y que ellos gobiernan para nosotros,
que su principal prioridad debe ser el bienestar de sus gobernados; sirven para
decirles a los gobernantes que si no saben cómo gobernar que den paso a otros…
No veo otra vía democrática para solucionar
los graves problemas que tiene nuestra sociedad, si alguna de esas voces, de
las que hablo al principio de la entrada, conoce alguna solución alternativa,
que la diga… Entre tanto el 14 de noviembre ejerceré mi derecho a la huelga y
mi derecho a la manifestación para exigir solo cuatro cosas: Trabajo, vivienda,
sanidad y educación ¿es mucho pedir?
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