No es un término nuevo aunque últimamente es muy recurrido, sobre todo desde que Donald Trump arribara al escenario político mundial con su provocadora campaña que le valiera el triunfo en las presidenciales de Estados Unidos. El término populista, en estos días, se repite hasta la saciedad en tertulias radiofónicas y televisivas, en ruedas de prensa de políticos, en columnas y editoriales de periódicos; desayunamos, comemos y cenamos "populusmo"; en un segundo, todos son poseedores de la verdad y descubridores del “secreto” que hace que lideres tan dispares, que se encuentran en las antípodas ideológicas uno del otro, como son Donald Trump y Pablo Iglesias, movilicen masas y triunfen en su escalada política en sus respectivos entornos. De pronto se hacen “análisis” simplistas y ridículos que pretenden comparar a uno con el otro, reduciendo el éxito de un movimiento social, complejo y que responde a la necesidad de la gente de cambiar el modelo de participación popular en la política, al carisma de uno de sus líderes (recordad que en Podemos hay muchos rostros, muchos referentes) y a su capacidad de construir un discurso “encandilador”
Es penoso leer declaraciones oportunistas de políticos como Albert Rivera (Ciudadanos) o Esperanza Aguirre (PP) que, como animales carroñeros, aprovechan el inesperado éxito de Trump para arremeter sin ningún tipo de fundamento contra Podemos, utilizando discursos paradójicamente populistas, es decir demagógicos pero vacios en su contenido, como lo asegurado por Rivera el pasado 9 de noviembre: "La libertad pierde hoy. Gana el proteccionismo. América para los americanos, y van a estar contentos seguramente los que quieren sacar las bases de la OTAN y los que no quieren una coalición de países occidentales"
¿La libertad pierde? ¿Gana el proteccionismo? ¿América para los americanos?, los discursos de Rivera siempre están cargados de frases hechas, que "enganchan", que dicen lo que su público, predispuesto, quiere escuchar, pero tirar de este tipo de recursos oratorios es muy peligroso si se es ignorante en el tema que se discursa, pues esas mismas frases se pueden convertir en boomerangs que regresen para cortarnos la lengua. La premisa fundacional de Ciudatans, el partido madre de Ciudadanos, es “España para los españoles”; aunque no está escrita en ningún lado, o al menos no así, sí se fundamenta en la idea de la “unidad de España”, una idea contrastante que choca con un partido supuestamente liberal (yo diría neo-liberal) y que se declara favorable al libre comercio.
El discurso anti-catalán y españolista, de Ciudadanos y su líder (ese sí, único y todo poderoso) Albert Rivera sí que es populista, pues es utilizado solo para “regalarle los oídos” a sus votantes sedientos de unidad, de España y de aguiluchos moribundos, cuando su verdadero ADN es el " anarquismo de derechas", ese que lucha por una supuesta “libertad del ciudadano” no como parte de un colectivo si no desde su individualidad, en un entorno hostil donde solo sobreviven los más fuertes. Llama proteccionismo a la intervención del Estado en la sociedad, pero sin esa intervención no habría control y los más fuertes (empresas, capitales) someterían a los más débiles (trabajadores, ciudadanos).
La comparación de Trump con Iglesias, es una memés en sí misma, pues las políticas del nuevo presidente de EEUU tienen mucho más puntos en común con el neo-conservadurismo del PP que con el programa político de Unidos Podemos; pero no es de extrañar pues esa comparación viene de uno de los pilares fuertes del Tea Party español: Esperanza Aguirre, ella sí, experta en discursos populistas y en la utilización de la demagogia como arma arrojadiza.
La realidad es que atacar a supuestos populismos usando otros populismos es una estrategia muy básica que define la política española, sitúa a nuestros políticos en un nivel bajísimo, pero lo preocupante es que nos sitúa a los ciudadanos en un nivel aun más bajo, pues somos los que nos comemos sin rechistar esos discursos.
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