jueves, 3 de junio de 2010

La insurrección… ¿qué viene?

Estoy leyendo un “manifiesto” que encontré en una librería del barrio de Gràcia (Barcelona), “La insurrección que viene” (2009 editorial mesulina), lo firma un hipotético (?) “Comité invisible”; en su suerte de prologo “Puesta a punto”, este colectivo imaginario (?) dice de si mismo que “sus redactores no son los autores… …se han convertido en escribas de la situación”, pues sostienen que lo que se lee en las páginas de este libro es la recopilación de aquello de lo que se habla en toda Francia (la edición original es francesa), en los bares, en la calle, en las colas del paro, en los barrios marginales, etc. Mas allá de la existencia o inexistencia del Comité invisible, de la autoría colectiva y anónima del libro, el texto resulta un lucido ensayo de la situación social, política y económica que prima en la sociedad europea (me atrevería a decir mundial) desde, mas o menos, el último lustro; aún mas, “La insurrección que viene” propone pasar de las ideas a las acciones, nada nuevo en la teoría anarquista, pero si resultan demoledoramente realistas los planeamientos simples que hace sobre el control gubernamental (a la manera de George Orwell en 1984), la represión policial, el contubernio existente entre el poder político y el poder económico para perpetuarse simbióticamente, el individualismo de la masa y su consecuente falta de conciencia social.

El anarquismo, para mí, es una teoría “griálica” dentro de la izquierda, me explico: En el mito medieval del “Grial”, lo que verdaderamente importa es la búsqueda en si, y no el “Grial” mismo. La evolución natural de la izquierda es la siguiente; Democracia, Social-Democracia, Socialismo, Comunismo, Anarquismo. El Anarquismo propone el auto-gobierno sin gobierno, la auto-gestión de los recursos y la producción para el bien común “per se”, ese “per se” es el que hace, en la practica, imposible la materialización del Anarquismo como sistema social de masas, solo se ha podido aplicar en pequeñas sociedades comunitarias y aún en ellas termina, o bien adoptando formas de organización mas próximas al comunismo o disolviéndose con el tiempo.

Pero el hecho de que el Anarquismo no pueda, o mas bien, no se halla podido aplicar en la sociedad de masas, no quiere decir que su existencia deba permanecer en los libros de historia y en las divagaciones de ancianos nostálgicos de la guerra civil. El Anarquismo supone la última etapa del Comunismo, es su “Grial”, es el ideal de todo aquel que pretende una sociedad sin clases y justa.

El error del anarquista es pensar que la acción ha de ser errática, no organizada; esto solo lleva a que, si bien, se sepa que la sociedad esta inconforme, no se logre la transformación social que se pretende. Todo movimiento revolucionario requiere de un plan de acción y un plan de seguimiento, organizados, no desde el colectivo anónimo, si no desde una estructura eficaz; esta estructura no ha de ser individual ni oligárquica (esos errores se han cometido a lo largo de la historia del Comunismo), ha de ser colectiva pero visible, organizada y permanente. Las acciones anarquistas del siglo XXI solo llevan a dar golpes de ciego que no desestabilizan al sistema, mas bien lo alimentan sirviendo de perfecto pretexto para imponer “estados de excepción para procurar la seguridad del ciudadano”, es decir, “si la calle es insegura, establecemos toques de queda”, “si hay amenaza terrorista, creamos la ley patriótica (EEUU) o la ley antiterrorista (Francia) y detenemos a quien nos parezca sospechosos durante 40 días sin cargos e incomunicado”… Entonces ¿a quienes benefician las acciones “terroristas”?, al propio sistema.

“Terrorista”, es una palabra tan ambigua, tan subjetiva y tan manipulada como lo es, por ejemplo, la palabra “democracia”. ¿Cómo se define al “terrorismo”?; según la RAE (Real Academia Española) es la “sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”, pues eso. Basándonos en esta escueta definición podríamos identificar como “actos terroristas” a cualquier guerra, cualquier movilización (legal o ilegal) de trabajadores que griten consignas “violentas”, cualquier acto de violencia callejera, una pelea entre bandas, etc. La misma RAE tiene otra definición: “Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos”; a parte de tendenciosa, esta definición ya encasilla en el ámbito político los fines que persigue el terrorismo, ¿y que pasa con el terrorismo fundamentalista (sea islamista, sea cristiano)?, en principio no persigue fines político ¿o si? “Actuación criminal de bandas organizadas…”, dice la RAE, ¿y el terrorismo de Estado, ese que llevan a cabo los gobiernos en contra de la población disidente?

Llamar terroristas, y tratarlos como tales, a un grupo (muy reducido) de jóvenes que “revientan” una manifestación, o queman un cajero electrónico, es como definir a George W. Bush de dictador, y aunque me pese, no lo fue, pues llego a la presidencia a través del sistema democrático de su país, independientemente de lo criticable que pueda resultar la “democracia” estadounidense.

Hace cinco o seis años (incluso menos) yo sostenía que la sociedad europea no poseía las condiciones sociales y económicas necesarias para que se gestara una revolución social, y mucho menos armada… Hoy ya no estoy tan seguro. El escenario que la vieja Europa nos presenta es, francamente, desolador; para muestra un botón: España.

España no es el país de la Comunidad Europea mas afectado por la crisis, sin embargo, al día de hoy hay mas de 4.000.000 de desempleados, de los cuales, a casi la mitad (dos millones) se les ha agotado el subsidio de desempleo, ese seguro que pagamos cada mes los trabajadores para que, si nos quedamos sin trabajo, podamos ir tirando. A muchos de esos “parados”, al no poder hacer frente a las cuotas de las hipotecas (que, dicho sea de paso, en los últimos años y gracias a la especulación de los mercados financieros se ha vuelto impagables) se han visto, de la noche a la mañana, sin trabajo, sin subsidio, sin casa y por consiguiente sin familia.

Hace cinco años, en Barcelona (y en las grandes capitales de España) era habitual ver algunos (muchos, no nos vamos a engañar) indigentes durmiendo, en verano en los parques y en los portales de las fachadas, y en invierno dentro de los cajeros electrónicos; esos indigentes solían ser, mayoritariamente, alcohólicos que se negaban a ir a pernoctar a los albergues ya que ahí se les prohibía beber, algo similar sucedía con los que padecían alguna otra adicción; algunos otros sufrían alguna psicopatología y se negaban a acudir a los pisos tutelados que existen (o al menos existían).

La realidad hoy es bien distinta, pero para verla hay que querer verla y esta sociedad “pasa” de salir de su propio espejismo, preferimos irnos al bar (aunque en lugar de 3 cervezas me tome una caña) para ver el fútbol (por que ya no puedo pagar el abono del estadio) y después, si a alguien se le ocurrió comentar alguna noticia del periódico, al calor de las cañas, vociferare dos o tres “verdades absolutas” de “cómo hay que arreglar este país”, aunque mi elocuente discurso se limite a repetir como “loro” las palabras de un mediocre tertuliano de alguna televisión de “derechas”.

Vas en el metro y, hoy, quien te pide dinero ya no es la “gitana-rumana” de siempre, ahora es alguien que, hasta no hace mucho tiempo, tenía un trabajo y una familia, y te pide un euro para un café porque seguramente hoy no habrá desayunado. Sales de la boca del metro y te encuentras a alguien mas pidiéndote “con lo que puedas ayudarle”, ahora es una anciana a la que la pensión de viudedad no le alcanza para subsistir. Caminas hacia tu casa y quien ves dormido en el cajero de la esquina ya no es el “borrachito”o el “jonky” de siempre, hoy es algún ex-mileurista quien, paradójicamente, busca cobijo nocturno en la sucursal de la entidad que le embargo su casa.

Como dije, España no es el país más golpeado por la crisis, junto con Italia e Irlanda, esta por encima de Gracia y Portugal, pero la realidad de toda Europa es una: Las cosas no van a mejorar, es mas, seguramente van a ir a peor.

¿De que sirven acciones como las planteadas en “La insurrección que viene”?, ¿de que sirve que se boicotee tal o cual cumbre?, ¿de que sirve “okupar y resistir”?... ¿Resistir el que?... No nos engañemos, no hay tal resistencia pues no hay una ofensiva real, no le conviene al poder, perdería su ¿credibilidad? En tal caso, la ofensiva tendría que venir de la sociedad misma hacia el poder, pero esa ofensiva debería de ser organizada y planificada, con objetivos claros a corto y mediano plazo.

¿De que sirve que un niñato de 20 años, con el pelo mal cortado con maquina, pantalones rotos y ajustados, camiseta negra sin mangas y apestando a sobaco me pida dinero a la salida del supermercado para “no vivir del sistema”? ¿Y que crees que haces al pedirme dinero que ha salido del sistema?

¿Imagina el lector de esta entrada, que pretendo justificar una hipotética y futura revolución armada en Europa? ¡Que va! Para eso hace falta que la sociedad espabile, despierte del espejismo en el que sobre-vive, tenga criterio propio, se culturice, se conciencie, se organice… Y eso, no sucederá, somos (sobre todo la sociedad española) cobardes, conformistas, serviles, ignorantes, individualistas, sumisos… Estamos hechos para ser súbditos y de vez encunado ir al bar a vociferar cuatro estupideces, como si fuéramos politólogos, que lo único que causan es pena. Para que se me entienda, lo diré en perfecto español castizo y falocratico: ¡No hay huevos!