Hace más o menos un mes Twitter
limitó (que no suspendió ni canceló) la cuenta oficial del partido de
ultraderecha Vox que ostenta 52 escaños en el parlamento español -lo que lo
convierte, lamentablemente, en la tercera fuerza política de España-; este “castigo”
o “reprimenda” de la red social se debe a un tuit publicado por la formación de
extrema derecha que literalmente decía: “lo que no soportamos es que os metáis
en nuestra casa y nos digáis cómo tenemos que vivir y cómo tenemos que educar a
nuestros hijos. Y menos aún que con dinero público promováis la pederastia”. Y
es que el community manager de los de Abascal, pasó por alto las normas de uso
de la red social sobre “la incitación al odio”. De cualquier forma, twiter solo
limitó el uso de algunas funciones de la cuenta (como publicar nuevos tuits) y
le dejo claro a @vox_es que las reactivaría si retiraban el tuit. Lejos de hacerlo,
el visceral partido y sus viscerales dirigentes decidieron, el pasado 7 de
febrero, querellarse contra la red social por, nada más y nada menos que,
vulneración de derechos fundamentales e injurias. Es curioso como Vox -que
tiene entre sus dirigentes más destacados a un par de abogados que ejercieron
la acusación particular en el juicio del Procés- ve un delito de injurias en el ejercicio de la política de conducta de Twitter (pública, por cierto, y que se
debe de aceptar al abrir una cuenta) donde el único delito que se puede
vislumbrar es en el susodicho tuit donde @vox_es acusa al gobierno de financiar
la pederastia, lo menos es un presunto delito de calumnias.
Este tipo de “escándalos” gusta
mucho al partido ultra pues les da visibilidad mediática y los reafirma con sus
más de tres millones y medio de votantes. Y ese es el problema principal, que
el 15% del electorado español eligió (y elige) una formación política bravucona,
de discurso machista, xenófobo y homófobo, y descaradamente francofílica y
reaccionaria, dándole visibilidad ya no solo mediática, si no también política,
al machismo, a la xenofobia, a la homofobia y al nacionalismo patriotero.
Es gravísimo que buena parte de
la población española, con capacidad de decidir cómo se conforma el máximo
órgano de representación del país, vea atractivo a un partido político que
tilda de “ideología de género”(sic) las leyes contra la violencia machista o
llama adoctrinamiento en esa “ideología de género” a la educación sexual,
ausente en el sistema educativo español y que se pretende desarrollar por el
actual gobierno progresista; para evitarlo, los insensatos e insensatas de Vox
se han atrevido a difundir bulos a través de vídeos, tuits e incluso
declaraciones públicas esperpénticas como las de Rocío Monasterio, quien
espetó, en precampaña electoral, que en los colegios de Madrid "se les dan
unos cursillos con 8 años en los que se les dice que tienen que probar a ser
niña, y la niña a ser niño" asegurando que se les invita a "probar
nuevas prácticas sexuales y explicárselas a los demás", llegó incluso al
absurdo diciendo que "se habla de zoofilia, de parafilias". Y qué decir del Primoriverista Javier Ortega Smith, Secretario General de Vox,
disparando un fusil de asalto en un campo de tiro militar, y acto seguido, señalando los agujeros de bala en la silueta diciendo: “Este es un hijo de
puta del Daesh, que había que cargárselo”(sic)
De este tipo de gente está
repleto el mundo, pero estos y estas, hoy por hoy tienen posiciones de poder,
ocupan espacios de decisión relevantes en el desarrollo de la sociedad; son gente
energúmena, autoritaria e intolerante, en definitiva, peligrosa.
Medios de comunicación
electrónicos cada vez más inmediatos, redes sociales como Twitter, Facebook, incluso
Instagram, se han convertido en el escaparate perfecto para las legiones de
idiotas, como decía Umberto Ecco, idiotas cuyas declaraciones y opiniones al
final de cuentas no tendrían mayor relevancia si no fueran recogidas, digeridas
y asumidas como propias por más idiotas que los legitiman.