miércoles, 15 de abril de 2020

Cuando todo pase.

Viñeta: "Las orejas al lobo"/@imanolgarala abril 2020

Del estado de emergencia y del confinamiento que conlleva saldremos tarde o temprano, como de la crisis sanitaria que lo ha provocado, ya sea porque se consiga aplanar la curva de contagios lo suficiente o porque se logre desarrollar y probar una vacuna eficaz que procure la inmunidad masiva a la pandemia, aunque esto último, desgraciadamente, tardará aún muchos meses en suceder, por muy rápido que se esté avanzando a este respecto en distintos puntos del planeta. En fin, que saldremos de esta, estoy convencido, porque no puede ser de otra forma, pero ¿cómo saldremos? Nos quedan aún al menos 2 semanas más de confinamiento, al menos, porque es probable que estemos solo a la mitad y no comencemos a hacer vida “normal” hasta mayo, ya lo iremos viendo. Y cuando todo pase, cuando nos enfrentemos a esa nueva y desconocida “normalidad” ¿habremos aprendido algo? ¿Nos habremos dado cuenta de lo urgente que es cambiar nuestro modelo de socio-económico? ¿De que no es posible seguir priorizando lo privado sobre lo público en lo esencial? Y me refiero, por supuesto, a la sanidad, pero también a la educación, a la vivienda, a la dependencia… Es decir, al estado de bienestar.

Las y los que hacen política en este país (y en Europa entera) tienen la obligación de hacerse esa reflexión ahora y sobre todo después, en esa futura, pero próxima, “normalidad post-pandémica”; de hacerse esa reflexión y de poner manos a la obra en beneficio de la sociedad que les toca guiar, ya sea desde el papel de gobernantes o bien desde el papel de legisladores. Pero es esa sociedad la que verdaderamente debe coger las riendas de su futuro, somos nosotros, los ciudadanos los que debemos preguntarnos si hemos aprendido algo de todo esto. Somos nosotros los que decidimos quien y como nos gobierna o al menos así debe ser, somos nosotros los que hemos permitido, durante años, que nuestra sanidad pública sufra recortes mortales y ahora estamos pagando las consecuencias, somos nosotros los que hemos permitido que esos mismos recortes se aplicarán a la educación y a todo lo público ¿Por qué? Porque es más fácil acatar que pensar, obedecer que exigir, es más fácil culpar a otros que asumir nuestra responsabilidad. Hoy culpamos al gobierno de haber actuado tarde, de no confinarnos antes, o de confinarnos demasiado tiempo, de extender el estado de alarma o de no hacerlo; reclamamos medidas, pero no estamos dispuestos a asumir sus consecuencias.

De esta crisis hay muchos responsables, somos casi 40 millones de responsables, cuando asumamos esa responsabilidad estaremos preparados para enfrentarnos a lo que vendrá después del COVID-19. Estamos viendo cómo se desbordan los hospitales, las Unidades de Cuidados Intensivos, como se acumulan los féretros en aparcamientos reconvertidos en improvisados tanatorios, como se destapan las carencias y las negligencias de los geriátricos públicos  (y sobre todo privados); y todo eso es nuestra responsabilidad, por haber dado nuestro visto bueno cuando se priorizó el rescate financiero sobre la financiación de la sanidad y la dependencia, en definitiva cuando se ponderó al capital sobre las personas.

Algo tienen en común los neo-liberales, los neo-conservadores y la nueva extrema derecha (a parte del discurso populista y su afición por general bulos): Todos ellos ponderan la inversión privada en detrimento de la pública, respaldándose en discursos maniqueos donde se da por hecho que lo público es ineficiente y de mala calidad e invertir en ello solo sirve para alimentar la corrupción y enriquecer a la clase gobernante. Este es el relato que Cs, PP y VOX han diseminado entre la población española durante años; relato falaz, mentiroso, como estamos viendo: La Sanidad pública es la que está dando la talla en esta crisis, a pesar de recortes y saqueos.

En la nueva “normalidad” que nos espera después del coronavirus, la economía estará muy lastimada, como nunca la ha visto nuestra generación, y habrá que reactivarla, ¿cómo lo haremos?, ¿volveremos a permitir que la riqueza que se genere con nuestro trabajo quede en manos de unos pocos y que sean ellos los que establezcan las reglas del juego? ¿O seremos capaces de redistribuir la riqueza de forma más justa primando lo público sobre lo privado?

Ya le hemos visto las orejas al lobo, si no nos movemos, y rápido, al final nos comerá.

miércoles, 8 de abril de 2020

Una oposición de pena

Viñeta: @ImanolGarAla "Si no ayudas, cállate" Abril 2020
Ya han pasado 26 días desde que en España se declarará el estado de emergencia y se limitaran los derechos fundamentales de libre circulación y de reunión en aras de combatir un enemigo terrible e invisible: El Covid-19, un virus respiratorio, muy contagioso y extremadamente virulento, que se ha cobrado más de 1.300.000 vidas en todo el mundo al día de hoy, solamente en España la cifra está cerca de alcanzar los 14.000 muertos. Este virus comenzó en China, la segunda economía del mundo, un país con un férreo control de la población y con una capacidad de reacción espectacular, como lo ha demostrado desde diciembre hasta hoy, siendo el país donde registraron los primeros casos y siendo también el primer país en conseguir contener la enfermedad, de ahí paso a Europa donde los países más afectados han sido Italia y España, con un crecimiento exponencial de contagios que en escasas semanas saturó los sistemas públicos de sanidad y en este país eso significa mucho, ya que, aunque lacerada y desangrada en los últimos años, la sanidad pública española aún es considerada la tercera mejor del mundo. China y Europa, son regiones del planeta donde, a pesar de todo, a pesar del capitalismo salvaje y el neoliberalismo, aún existe cierto estado de bienestar con capacidad de resistir; y si, en China también, a pesar del capitalismo de estado en que están inmersos. Pero ¿qué pasará ahora que el terrible coronavirus está comenzando  a campar en América Latina donde la sanidad pública es paupérrima desde hace décadas, donde la mitad de la población vive por debajo de la línea de la pobreza?, ¿qué pasará en Estados Unidos donde no existe la sanidad pública, donde, al menos el 30% de su población no tiene acceso a ningún tipo de cobertura sanitaria?, ¿qué pasara en África donde la población está abandonada a su suerte?

Nos enfrentamos a la peor crisis sanitaria, económica y social del mundo moderno, las medidas de confinamiento, absolutamente necesarias e indispensables, traerán como consecuencia una depresión económica mundial sin precedentes: Pobreza, desigualdad, injusticia y, sobre todo abuso; abuso que quienes ostentan el poder económico que buscarán sacar provecho de la situación.
En este marco, tenemos, en España (y me atrevería a decir en Europa) a un gobierno que, apartando el lugar que ocupa en el espectro político, intenta hacer frente a esta crisis, a esta situación sin precedentes, de la mejor manera posible, anteponiendo lo más importante, la salud de sus gobernados sin descuidar el impacto socio económico. Lo está haciendo, como cualquier otro gobierno que le hubiera tocado gobernar en una situación así: Lo mejor que puede. Implementando medidas que, por si solas ya suponen un golpe durísimo a la economía del país, pero no hay otra forma, solo queda contar con todos los sectores de la sociedad para paliar los efectos de esta situación excepcional: Sociedad civil, empresarios, sindicatos y partidos políticos. Pero, nos encontramos con la España rancia, con la España cutre y mal parida, esa España representada por la actual oposición, que lejos de ponerse a la altura de las circunstancias (como hemos visto en Portugal donde han actuado con un sentido de Estado ejemplar) llevan 26 días responsabilizando al gobierno de las muertes, de los contagios, bloqueando y entorpeciendo las acciones del gobierno, acusando, señalando, cual fariseos, buscando su beneficio electoral, imaginando un redito político futuro para alcanzar su única ambición: Gobernar a costa de los que sea, a costa de España. Ellos que se autoproclaman patriotas, que se envuelven en la bandera rojigualda y se desgarran las vestiduras avivando la crispación entre los españoles.

Ayer, 15 diputados de la ultraderechista Vox, acudieron al Congreso, violentando el Estado de Emergencia y poniendo en peligro su propia salud, la de otros diputados, y sobre todo, la de los trabajadores del congreso. Hoy, el Partido Popular, siguió el ejemplo de los energúmenos de la ultraderecha. Vox, ha declarado que votará en contra de la ampliación por 15 días más del estado de emergencia, y el PP ha condicionado su voto a que se reactive la actividad económica de los servicios no esenciales (previsto, dicho sea de paso, por el gobierno). Todo esto maquillado por exabruptos patrioteros, demagogos y populistas que lo único que denotan es una pretensión de sacar provecho de la situación.

Si la sanidad pública se está encontrando con graves problemas para hacer frente a esta crisis a pesar de los extraordinarios sanitarios que tenemos, es fundamentalmente, porque los gobiernos de derechas, desde Aznar a Rajoy, la laceraron y desangraron, sistemáticamente, durante años en beneficio de la sanidad privada, y ahora estamos pagando las consecuencias.

Hoy lo que necesita este país es UNIDAD, sentido de Estado, altura de miras… Pero tenemos una oposición oportunista, ignorante y corrupta que lo único que persigue es su beneficio electoral a costa de nuestras vidas.