Mi afición, por llamarle de
alguna manera, al futbol nunca ha sido destacable; quizás la época en que
trabajé en el equipo de prensa y difusión del Pachuca (justo la temporada
anterior a la del acenso), sirvió para alfabetizarme futbolísticamente y
despertó cierto interés en un deporte que hasta ese momento había pasado por mi
vida sin pena ni gloria, salvo (como la mayoría de las personas) durante un mes
cada cuatro años.
Algunos años después, viviendo ya en la Ciudad de México, ese interés fue creciendo
discretamente debido, más que nada, a mi entorno de amistades, muy futboleros
todos y con los cuales compartía cierta simpatía por el equipo Cruz Azul,
incluso llegue a ir al estadio con ellos a ver algún partido de Liga.
Nunca me disgustó el futbol, la
verdad sea dicha, al menos no en aquellos años, ni cuando me mude de ciudad y
vine a vivir a Barcelona donde, nuevamente, mi entorno de amistades, influyó,
ahora de forma mucho más contundente, en mi gusto por este deporte y mi
predilección por el Barça. Gusto y predilección duraron poco, apenas unas
cuantas temporadas, donde pase de festejar eufórico victorias en la Fuente de Canaletas, a cuestionar seriamente el uso y abuso del espectáculo entorno a este
deporte para, incluso, distraer la atención de la ciudadanía sobre asuntos
sociales y políticos que afectan la economía, las libertades y el estado de
bienestar de las personas.
Pero, también hay que decirlo, mi
crítica siempre ha sido hacia los medios, hacia los gobiernos y
fundamentalmente, hacia la “afición” pues son ellos, y no el deporte en sí
mismo, quienes permiten ese uso y abuso. Es indignante, siempre lo diré, que la
ciudadanía sea capaz de movilizarse por cientos de miles, para festejar una
victoria futbolera, ya sea del Barça, del Cruz Azul, de la Selección de México
o la de España, y no tenga la conciencia de clase para movilizarse por sus derechos
más fundamentales. Esta posición crítica adoptada por mi ha supuesto un desapego
constante hacia el futbol, desapego del cual no me arrepiento y que seguiré ejercitando.
Incluso, el Mundial, hasta hace
unas pocas semanas, no me había llamado demasiado la atención, llegue a pensar
que ni siquiera vería algún partido. Fue entonces cuando en este Mundial
comenzaron a ocurrir “cosas extrañas”, incluso desde la clasificación: Italia y
Holanda no llegaron a clasificarse, y si lo consigue Perú después de 35 años, y
por primera vez en la historia vemos a Islandia jugar en un Mundial.
Llegaron los primeros partidos:
España y Portugal empatan al igual que lo hace Argentina con la recién estrenada
Islandia, y qué decir del siempre favorito Brasil que también empata con Suiza.
Pero la sorpresa más grata sin duda
es la protagonizada por la Selección Mexicana que, no solo le gana a la
campeona actual Alemania, si no que lo hace jugando un esplendido partido, a
pesar del escándalo de la supuesta “fiestecita” que se montaron los jugadores.
Llevo días pensando (incluso
antes del partido de México): En éste mundial puede pasar cualquier cosa, igual vemos
buen futbol, no ganan los mismos (o al menos se lo tienen que currar un poco mas)
y vale la pena darle una tregua al futbol, aunque no me ponga la camiseta de la Selección, me la probé y parezco tamal mal amarrado.
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