miércoles, 15 de abril de 2009

Permitidme tutearos, imbéciles. (Arturo Pérez-Reverte)

Cuadrilla de golfos apandadores, unos y otros. Refraneros casticistas  analfabetos de la derecha. Demagogos iletrados de la izquierda.  Presidente de este Gobierno. Ex presidente del otro. Jefe de la  patética oposición. Secretarios generales de partidos nacionales o de  partidos autonómicos. Ministros y ex ministros -aquí matizaré  ministros y ministras- de Educación y Cultura. Consejeros varios.  Etcétera. No quiero que acabe el mes sin mentaros -el tuteo es  deliberado- a la madre. Y me refiero a la madre de todos cuantos  habéis tenido en vuestras manos infames la enseñanza pública en los  últimos veinte o treinta años. De cuantos hacéis posible que este  autocomplaciente país de mierda sea un país de más mierda todavía. 

De vosotros, torpes irresponsables, que extirpasteis de las aulas el latín, el griego, la Historia, la Literatura, la Geografía, el análisis inteligente, la capacidad de leer y por tanto de comprender el mundo, ciencias incluidas. De quienes, por incompetencia y desvergüenza, sois culpables de que España figure entre los países más  incultos de Europa, nuestros jóvenes carezcan de comprensión lectora,  los colegios privados se distancien cada vez más de los públicos en  calidad de enseñanza, y los alumnos estén por debajo de la media en  todas las materias evaluadas.

Pero lo peor no es eso. Lo que me hace hervir la sangre es vuestra arrogante impunidad, vuestra ausencia de autocrítica y vuestra cateta  contumacia. Aquí, como de costumbre, nadie asume la culpa de nada. Hace menos de un mes, al publicarse los desoladores datos del informe  Pisa 2006, a los meapilas del Pepé les faltó tiempo para echar la  culpa de todo a la Logse de Maravall y Solana -que, es cierto, deberían ser ahorcados tras un juicio de Nuremberg cultural-, pasando  por alto que durante dos legislaturas, o sea, ocho años de posterior  gobierno, el amigo Ansar y sus secuaces se estuvieron tocando  literalmente la flor en materia de Educación, destrozando la enseñanza  pública en beneficio de la privada y permitiendo, a cambio de pasteleo  electoral, que cada cacique de pueblo hiciera su negocio en diecisiete  sistemas educativos distintos, ajenos unos a otros, con efectos  devastadores en el País Vasco y Cataluña.   Y en cuanto al Pesoe que  ahora nos conduce a la Arcadia feliz, ahí están las reacciones  oficiales, con una consejera de Educación de la Junta de Andalucía,  por ejemplo, que tras veinte años de gobierno ininterrumpido en su  feudo, donde la cultura roza el subdesarrollo, tiene la desfachatez de  cargarle el muerto al «retraso histórico». O una ministra de  Educación, la señora Cabrera, capaz de afirmar impávida que los datos  están fuera de contexto, que los alumnos españoles funcionan de  maravilla, que «el sistema educativo español no sólo lo hace bien,  sino que lo hace muy bien» y que éste no ha fracasado porque  «es capaz de responder a los retos que tiene la sociedad», entre ellos el de que  «los jóvenes tienen su propio lenguaje: el chat y el sms». Con dos  cojones.

Pero lo mejor ha sido lo tuyo, presidente -recuérdame que te lo comente la próxima vez que vayas a hacerte una foto a la Real Academia  Española-. Deslumbrante, lo juro, eso de que «lo que más determina la educación de cada generación es la educación de sus padres», aunque  tampoco estuvo mal lo de «hemos tenido muchas generaciones en España  con un bajo rendimiento educativo, fruto del país que tenemos»  Dicho de otro modo, lumbrera: que después de dos mil años de Hispania  grecorromana, de Quintiliano a Miguel Delibes pasando por Cervantes,  Quevedo, Galdós, Clarín o Machado, la gente buena, la culta, la  preparada, la que por fin va a sacar a España del hoyo, vendrá en los  próximos años, al fin, gracias a futuros padres felizmente formados  por tus ministros y ministras, tus Loes, tus educaciones para la  ciudadanía, tu género y génera, tus pedagogos cantamañanas, tu falta  de autoridad en las aulas, tu igualitarismo escolar en la mediocridad y falta de incentivo al esfuerzo, tus universitarios apáticos y tus alumnos de cuatro suspensos y tira p'alante. Pues la culpa de que ahora la cosa ande chunga, la causa de tanto disparate, descoordinación, confusión y agrafía, no la tenéis los políticos culturalmente planos. Niet. La tiene el bajo rendimiento educativo de  Ortega y Gasset, Unamuno, Cajal, Menéndez Pidal, Manuel Seco, Julián  Marías o Gregorio Salvador, o el de la gente que estudió bajo el  franquismo: Juan Marsé, Muñoz Molina, Carmen Iglesias, José Manuel  Sánchez Ron, Ignacio Bosque, Margarita Salas, Luis Mateo Díez, Álvaro  Pombo, Francisco Rico y algunos otros analfabetos, padres o no, entre  los que generacionalmente me incluyo.  Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio.  Cuánto más peligro tiene  un imbécil, que un malvado.

Publicado por Arturo Pérez-Reverte en su sección Patente de corso del número 1052 (del 23 al 29 de diciembre de 2007) de la revista XLSemanal

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