jueves, 10 de noviembre de 2016

Un bravucón en la Casa Blanca

Ayer la sociedad estadounidense (o más bien una pequeña parte de ella, la que vota, la que puede y tiene los medios para registrarse en el padrón de votantes) decidió que prefería al bravucón de la clase que a la niña mimada y empollona, como si de un cole de primaria se tratase. Y es que así de patética es la política estadounidense, que esta en manos de sociópatas narcisistas, yupis que van de progres pero son tan librerales como el que más, analfabetos graduados de Yale gracias a los enchufes de su papi, puteros convulsivos de sonrisas afables, directores de la CIA que igual enchufan a un hijo tonto en Yale que hacen la guerra sucia a países del tercer mundo, actores mediocres que estaban en el lugar y el momento adecuados, y asi, un larguísimo etcétera de criaturas detestables que, bajo el espejismo del sueño americano, manejan los destinos del planeta.

La campaña electoral, ha sido un autentico circo que, entre muros fronterizos y exabruptos misóginos, entre desplantes racistas y espavientos seniles el infame hombrecillo del rubio tupe ha construido con el único objetivo de colarse en la casa blanca, para hacer realidad los sueños mas cachondos del Tea Party y de paso ponerle los dientes largos a toda la extrema derecha europea.

Pero, no creo que el futuro de la humanidad hubiese pintado mucho mejor con la señora Clinton en la silla presidencial de EEUU; ya ha demostrado sobradamente, durante su desempeño como Secretaria de Estado que le gusta la guerra, que piensa que todo el mundo musulman es terrorista y que no le gusta la Rusia de Putin, combinación explosiva en manos de alguien que antepuso su ambicion política a su dignidad.

Los objetivos de campaña de Trump son terribles para el mundo latinoamericano, concretamente para México, es un racista que pretende (o dice pretender, ya veremos si lo cumple) deportar a todos los indocumentados, hacerle la vida dura a los no estadounidenses y prohibir la entrada de Mexicanos a través de sus fronteras. Pero por otro lado prometió reactivar la economía domestica, es decir, reabrir minas, refinerias y fabricas para generar empleo ahí donde hace tanto que no hay (veamos si eso también lo cumple, que en campaña se dice mucho y al final se hace poco), es así como se entiende que el voto obrero y el voto de la gente mayor haya sido decisivo para encumbrarlo en el poder.

La realidad es que al minuto uno de haber sido electo, ablandó su discurso apelando a la unidad del país e invitando a todas las fuerzas políticas a colaborar en la reconstrucción de una sociedad radicamente dividida. Vimos a un irreconocible Donald Trump conciliador y patriota (de esos que les gusta ver a los gringos) que urgia a la sociedad a cicatrizar sus heridas, esas heridas que entre él y Hillary Clinton profusaron en la roja piel del cuello del votante estadounidense.

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